Si en cualquier buscador de Internet escribimos el nombre de Deborah Massiah aparecen 533 resultados. Nos surgen enfermeras, amas de casa, policías, influencers y hasta youtubers. Pero la Deborah que protagoniza nuestra colaboración pertenece a otro tiempo y por eso nuestro esfuerzo por rescatar su vida del olvido de la Historia.
Para mostrar lo poco que, por ahora, conocemos, tenemos que retroceder hasta el siglo XV, concretamente hasta el año 1492.
En ese año, el 31 de marzo, se promulgaron los dos decretos que conformaban el llamado Edicto de Granada, por el que se les daba un plazo a los miembros de la comunidad judía para que se convirtieran al cristianismo o abandonasen el reino de España, sin poder llevar ni monedas, armas o caballos.
Así, miles de sefarditas tomaron rumbo hacia el norte de África y a Portugal y muchos otros optaron por la conversión.
Los primeros, se asentaron en Marruecos, Argelia, Túnez y en la mayor parte de los países de la ribera mediterránea (Egipto, Grecia, Turquía principalmente).
Los que se establecieron en Portugal, cinco años más tarde, tuvieron que abandonarlo, ante las presiones que los Reyes Católicos hicieron sobre el rey Manuel I de Portugal, refugiándose en Inglaterra y Holanda, naciones enemigas de España.
Allí los judíos sefarditas continuaron desarrollando sus vidas y manteniendo su fe hebraica y la lengua hablada en Sefarad, la Península Ibérica, el ladino o judeoespañol. Pero la segunda generación de estos sefarditas expulsados es muy diferente a la de sus ancestros. Tiene un profundo resentimiento hacia España y un intenso deseo de venganza al haber sido expulsados y expoliados de sus bienes.
Estos jóvenes sefarditas deciden combatir a la corona española como piratas, mejor dicho, como corsarios, es decir piratas con patente de corso, protegidos por las monarquías inglesa y holandesa.
Y como corsarios sefarditas establecen su marco de actuación en el mar Caribe para atacar y expoliar a las naves españolas que regresaban a España cargadas de riquezas de América.
Los beneficios de los botines logrados se repartían entre los propios corsarios, la monarquía protectora (Inglaterra u Holanda) y las comunidades sefarditas de esos países. (Un ejemplo muy evidente lo tenemos en la Gran Sinagoga de Ámsterdam, financiada con los beneficios de los corsarios sefarditas caribeños).

Levi. Por Francisco de Zurbarán. Uno de los cuadros procedentes de los botines de piratas que hoy se conserva en el Castillo de Auckland
A veces atacaban a las naves españolas en su trayecto de ida hacia América, como ocurrió con un ataque, hacia 1640, contra un galeón español que llevaba en sus bodegas, 13 cuadros pintados por Zurbarán, la serie Jacob y sus doce hijos. No se vuelven a tener noticias hasta 1720, en Londres, cuando una familia judía pone a la venta los 13 cuadros. Richard Trevor, obispo de Durham adquiere 12 cuadros, el presupuesto no le llega para más, y los instala en el comedor del Castillo de Auckland, al noroeste de Inglaterra, donde hoy pueden contemplarse.
Pero el verdadero campo de batalla es el mar Caribe y son las numerosas islas e islotes las que utilizan los corsarios sefardíes como lugares de escondite, mantenimiento de las naves y preparación de nuevos ataques.
La gran era de la piratería en el Caribe comenzó alrededor de 1520 y se prolongó hasta la década de 1720. Siendo el período más próspero de 1640 y 1680. El filibusterismo se desarrolló principalmente desde los puertos de Port Royal a Jamaica, Isla de la Tortuga (Haití) y Nassau en Bahamas.
En el Caribe, los corsarios sefarditas realizan su venganza contra la corona española, al lado de piratas ingleses como Francis Drake o Henry Morgan y forman parte de sus hermandades y cofradías como la de “Los Hermanos de la Costa”.
La mayor parte de estos corsarios hebreos se mostraban orgullosos de su origen e identidad y existen documentaciones fidedignas de que daban a sus naves nombres tales como “Samuel, el Profeta”, “La Reina Esther” o “El Escudo de Abraham”.
Pocos datos históricos fiables han llegado hasta nosotros, pero con ellos hemos conocidos los nombres de algunos de estos corsarios: Moisés Cohen Enríquez, Yacoob Koriel y David Abrabanel.
Otro corsario sefardí fue Yacoob Massiah, esposo de nuestra protagonista de hoy, Deborah Massiah.
¿Qué sabemos de ella? Conocer la vida de una persona que porta tres características que la hacen ser infravalorada, perseguida o atacada (mujer, judía y cosaria) no es nada fácil. Pero algunos datos históricos tenemos.
Deborah nació en 1615, era una judía de origen hispano, que huye de Cuba y México por la presión inquisitorial y se refugia en Jamaica. (Desde 1530 a 1649 Jamaica es refugio de los judíos, procedentes de la península ibérica).
Con su marido Yaacov Massiah, se dedicó a la piratería, con barco propio, impregnando sus acciones con sus creencias religiosas (Por ejemplo, nunca atacaban barcos durante el Sabbath y en su nave sólo se tomaba comida kosher).

Deborah muere en 1693 y está enterrada junto a su esposo en el cementerio judío de Bridgetow, capital de Barbados. Sobre sus tumbas lucen una Magen David (estrella de David) y una calavera con dos huesos cruzados. La inscripción de la lápida está escrita con caracteres hebreos.
Deborah Massiah no fue la única corsaria sefardí.