Mi amigo Sagare, es senegalés.
Mi amigo Sagare, trabaja en Sanlúcar de Barrameda.
Ha inventado la «Macarena de Senegal» y por los bares y restaurantes va simpáticamente canturreando «mírala cara a cara que es la primera», acompañándose con el kora, un instrumento parecido a una guitarra que puede llevar hasta 25 cuerdas y que está hecho con una calabaza grande cortada a la mitad, con una cubierta de cuero.
Hoy no he hablado con mi amigo Sagare, pero estará mal si ha leído lo que Luis Llach ha dicho. Eso de que si no gana el sí independentista, se va a Senegal. Como si se tirase a un pozo.
Y no es un pozo Senegal.
Espero que mi amigo Sagare no se entere de las declaraciones de Llach.
Sagare tuvo que atravesar media África, cruzar el duro Sahel, soportar a las mafias y a los ladrones, esquivar los abusos de la policía marroquí, eludir a la policía española, cruzar el estrecho de Gibraltar en patera y vivir años de incertidumbre en Cádiz hasta obtener los «papeles».
Mi amigo Sagare no comprenderá que alguien supuestamente culto, alguien que fue un ídolo en la Transición, equipare irse a Senegal, donde se encuentra la familia Sagare, con abandonarse a la desesperación.
Sagare sueña todas las noches con volver a Senegal.
Y no es para tirarse a un pozo.