La primera vez que escuché aquellas tres letras, ADN, fue en televisión, en 1971, donde aparecía un hombre estrafalario con llamativo bigote, pintor para más señas, que pronunciaba un nombre tan largo como interesante: ácido desoxirribonucleico. Seis años más tarde yo ingresaba en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Córdoba. Allí, en las más de veinte asignaturas, cuyos contenidos tuve que aprender y superar en examen, nunca me hablaron de cómo fue aquel descubrimiento de la estructura del ADN.
El ADN fue aislado por primera vez en 1869. Más tarde, en 1919, se comenzó a conocer su composición y a entender su papel como molécula que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos. Desde ese momento, y hasta 1953, muchos equipos de investigación trabajaron para determinar la estructura del ácido nucleico.
En uno de estos equipos trabajaba nuestra protagonista de hoy: Rosalind Elsie Franklin.

Rosalind había nacido en 1920 en el seno de una prominente familia judía de Londres. Desde su infancia, demostraba habilidades escolares excepcionales. Fue aceptada en la universidad a los 18 años, y estudió Ciencias Naturales en el Newnham College de la Universidad de Cambridge, donde se graduó en 1941, especializándose en Química y Cristalografía. En 1942 fue contratada como investigadora y tres años más tarde alcanzó su doctorado. Desde 1947 a 1951 investigó en Francia convirtiéndose en una gran cristalógrafa de rayos X, y en 1951 se unió al King’s College de Londres.
En ese tiempo Rosalind ya era muy activa en organizaciones sindicales y en el movimiento del sufragio femenino lo que, unido a su gran inteligencia y su enorme capacidad de trabajo, provocó un continuo enfrentamiento con el biofísico Maurice Wilkins que, como Rosalind, también trabajaba en la Unidad de Biofísica del Consejo de Investigación Médica.
Al mismo tiempo, el biólogo James Watson y el biofísico Francis Crick, del Laboratorio de Cavendish en la Universidad de Cambridge, investigaban sobre la estructura tridimensional del ADN. Una y otra vez construían posibles modelos que cumpliesen todos los conocimientos fisicoquímicos que ya se sabían, sin embargo, esas estructuras siempre fallaban, hasta que Wilkins les mostró una fotografía, la número 51 (construir una maqueta de algo, siempre es más fácil, si te muestran una fotografía de ese algo)
La fotografía 51 y otras, las había realizado Rosalind Franklin mediante la técnica de la difracción de los rayos X y revelaba por primera vez la estructura de la vida y la forma en la que actualmente la comprendemos. Es la primera imagen que mostraba la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico, el ADN.
Wilkins mostró la fotografía a Watson y Crick, sin el permiso de Franklin, así ellos pudieron reformular su modelo y publicar, en 1953, un artículo con la definitiva estructura del ADN.
Rosalind Franklin falleció en 1958, a los 37 años, de un cáncer de ovario, probablemente a consecuencia de sus repetidas exposiciones a la radiación durante sus investigaciones.
En 1962, el rey Gustavo VI Adolfo de Suecia, a propuesta del Instituto Karolinska, entregó a Watson, Crick y Wilkins el Premio Nobel de Fisiología o Medicina “por sus descubrimientos acerca de la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva”.
La muerte de Rosalind Franklin evitó al Comité Nobel tener que afrontar una situación incómoda ya que el Premio no puede ser recibido por más de tres personas y nunca de manera póstuma.
A Rosalind Franklin no se la mencionó, ni se reconoció su contribución, en el mayor descubrimiento científico de todos los tiempos.
P.S. Watson, que en la actualidad tiene 93 años, nunca reconoció que su éxito científico se lo debió al trabajo de Rosalind Franklin, es más, cuando se refería a ella, la llamaba Rosy y cuestionaba, rozando el insulto, su forma de vestir o de maquillarse.
Watson realizó diversas declaraciones polémicas, muy debatidas por otros científicos y por grupos de derechos civiles. La primera polémica estalló en los años 90 del siglo pasado, cuando dijo que se debería otorgar a las mujeres la posibilidad de abortar si los análisis preparto mostraran que “su hijo va a ser homosexual”.
En octubre de 2007, declaró que “los negros no tienen por qué poseer la misma inteligencia que los blancos”, manifestando sentirse «inherentemente pesimista sobre las perspectivas de África«, porque «todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra”. El escándalo fue tan grande que a los seis días dimitió y se jubiló.
El reconocimiento a Rosalind Franklin no para de crecer, pero su caso no es un suceso aislado. Desde 1901, sólo 58 mujeres han sido galardonadas con el premio Nobel, frente a 876 hombres.