Germaine Krull, fue una destacada fotógrafa de vanguardia, pionera del nuevo fotorreportaje de finales de los años veinte, del pasado siglo. Fue testigo de una época convulsa que marcó su azarosa vida y dejó plasmada en sus imágenes.

Retrato de Germaine Krull, realizado por Hans Basler. Berlin 1922. Museum Folkwang, Essen.
Krull, nació en 1897 en la ciudad de Poznań, que hoy forma parte de Polonia. Su padre viajaba continuamente en busca de trabajo donde desarrollar su profesión de ingeniero. Germaine tuvo una infancia poco convencional, con continuos viajes que le impedían acudir a la escuela, siendo su padre, un librepensador progresista, quien la educaba.
A los 18 años, comenzó a asistir al Instituto de Investigación y Educación de Fotografía de Múnich, donde se formó durante tres años hasta que abrió su propio estudio fotográfico en la ciudad. Retrató a personajes como Kurt Eisner, haciéndose amiga de algunos de ellos como Rainer Maria Rilke, Friedrich Pollock o Max Horkheimer. En esas mismas fechas Krull era ya una ferviente activista política de izquierdas, y en 1919 ingresó en el Partido Comunista Alemán. Esta militancia política le causó numerosos problemas, ya que ese mismo año fue detenida tras ser acusada de ayudar a un enviado de los bolcheviques rusos, a cruzar la frontera con Austria.
Después de un breve paso por prisión, fue expulsada de Baviera por sus actividades comunistas, así que decidió viajar a Rusia con su pareja, Samuel Levit, quien terminaría siendo un destacado miembro de la inteligencia soviética durante las décadas de los 20 y 30. Krull y Levit viajaron a Moscú y San Petersburgo para asistir a la Tercera Internacional, donde la joven llegó a escuchar un discurso de Lenin, pero tras romper su relación con Levit, éste la denunció como antibolchevique y fue detenida por la policía secreta rusa y encarcelada en la Lubianka.
Por suerte Krull fue puesta en libertad poco después y, enferma de tifus, regresó a Alemania, estableciéndose en Berlín en 1922. Allí trabajó durante tres años en un estudio de fotografía y en esta primera etapa se caracterizó –además de por sus trabajos comerciales–, por realizar una serie de desnudos que destacaba por su enorme libertad, tanto en el tono de las fotografías, como por su tratamiento estético y que rozaban la pornografía lésbica.

Durante aquella etapa en Berlín, Krull tuvo ocasión de conocer al cineasta holandés, Joris Ivens, y en 1925 viajó con él a Ámsterdam. Allí, Krull, quedó fascinada por las estructuras metálicas y las grúas de los muelles, y se lanzó a fotografiar aquel fabuloso paisaje industrial, que unos años después, ya en París, daría lugar a su primer libro fotográfico, Métal (1928). Ese libro se convirtió en el primer referente de la Fotografía Industrial. Germaine Krull, fue una de las más importantes difusoras de la estética maquinista, ya que fue una de las pioneras en utilizar esta temática. Aparte de esto, comenzó a utilizar nuevos recursos estéticos, descubriéndonos nuevos puntos de vista para lograr darnos una nueva perspectiva, gracias al uso de los picados, contrapicados, el descentramiento del eje de simetría, la magnificación, la sinécdoque, el fotograma, el fotomontaje, etc.
Gracias a aquel trabajo, Krull –que por aquel entonces había entablado ya amistad con algunas de las principales figuras de la vanguardia parisina, como Sonia y Robert Delaunay, André Malraux, Colette, André Gide, Jean Cocteau o Éli Lotar– se convirtió en una de las figuras más destacadas de la vanguardia fotográfica, y más concretamente de la Nouvelle Vision.
Este protagonismo, le valió a Krull, un puesto en la nueva revista fotográfica VU, donde comenzó a trabajar como fotoperiodista, desarrollando reportajes sobre cuestiones sociales en los que destacaba por su novedoso tratamiento de los temas, con trabajos sobre las clases trabajadoras y humildes de París, capturando imágenes con su fiel cámara Zeiss Ikon Icarette. En 1928 Krull, fue considerada una de las mejores fotógrafas de París, estando a la altura de André Kertész o Man Ray.
Durante varios años, Krull, realizó numerosos reportajes para VU, pero también para otras revistas punteras de la época, al mismo tiempo que seguía publicando libros sobre fotografía, una práctica en la que también fue pionera. En esas páginas, Germaine Krull, destacaba gracias a imágenes que a menudo resultaban desconcertantes, atípicas y libres de los corsés estéticos y temáticos que solían verse en otros trabajos de la época.
Germaine Krull, fue una de las primeras fotógrafas de guerra, al igual que Lee Miller. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, huyó de Francia para unirse en África, a las fuerzas de la Francia Libre, del general De Gaulle, trabajando como propagandista. También acompañó a las tropas estadounidenses en el desembarco en la Provenza, en agosto de 1944 y más tarde, al Primer Ejército Francés hasta el final de la guerra, fotografiando durante este tiempo los campos de exterminio de Strutthof y Vaihingen, en cuya liberación participó en 1945.
Finalizada la contienda, la fotógrafa se trasladó al sudeste asiático, para cubrir como corresponsal la Guerra de Indochina, a finales de la década de 1940 donde, realizó diferentes reportajes para publicaciones sobre la región, mientras que era copropietaria, del Hotel Mandarin Oriental en Bangkok (Tailandia).
De allí, viajó al norte de la India, a finales de los años sesenta, donde se convirtió al budismo. En estos años, Krull, siguió desempeñando su labor de fotoperiodista, fotografiando a miembros de la comunidad tibetana. Su ultimo proyecto fotográfico, fue la publicación en 1968, del libro Tibetanos en India, que incluía un retrato del Dalái Lama.

A comienzos de los años 80, Krull, regresó a Europa y se estableció en Wetzlar (Alemania) donde murió en 1985.
Krull, fue la gran olvidada en las antologías de fotografía y hoy en día se encuentra en proceso de recuperación y de reconocimiento.